Cariño, cuánto te odio
de Sally Thorne

Lucy Hutton es la asistente de una editora de la vieja escuela, preocupada por la calidad de los títulos que publica. La editora se ve obligada a fusionar su pequeña editorial con una gran editorial comercial, y Lucy se ve obligada a trabajar con Joshua Templeman, el asistente del editor en jefe de la otra editorial, preocupado únicamente por las ventas. Lucy y Joshua se convierten inmediatamente en enemigos, pero del odio al amor ya sabemos que hay sólo un paso…

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Reseña

Cariño, cuánto te odio, de Sally Thorne, es un libro sobre el que había escuchado hablar más que bien. De hecho, una buena parte de mis contactos de Goodreads lo había leído y las críticas eran, cuanto menos, formidables: que si era el libro del año, que si era una de las mejores novelas que habían leído en la vida… Particularmente, el argumento me parecía un poco sosaina (el asunto de las relaciones laborales en la romántica lleva martilleándonos, por lo menos, desde Beautiful Bastard), sin embargo, las opiniones positivas de las lectoras estaban ahí, y, aunque no debería ser así, pensaban en mi cerebelo más de la cuenta. Por lo tanto, empecé a leerlo, esperando encontrar la pera limonera, y hallando, finalmente, un libro más bien… corrientito.

Creo que el aspecto que, principalmente, me ha echado más para atrás con este libro es la traducción (y si el pobre traductor no tiene nada que ver con el asunto, la manera de escribir de Sally Thorne): a veces, me perdía; no en el argumento, que es bastante simple, me perdía en los diálogos. ¿Pero de qué narices están hablando? ¿Cómo ha llegado este personaje a esta conclusión? Eran preguntas que me recorrían la cabeza a medida que iba leyendo. Es como si entre frase y frase, dentro de un diálogo, se hubieran zampado algo, llegado el asunto a perder algo de lógica.

Por lo demás, la trama es bastante corriente: dos compañeros de trabajo que se odian, pero que, en realidad, están locos el uno por el otro. Sally Thorne juega también con toda la temática del amor escondido, en plan Jane Austen en Orgullo y prejuicio. En cualquier caso, aunque esto suele funcionar muy bien la mayoría de las veces, también es cierto que, cuando es tan evidente que el proyecto-de-Darcy está loco por la protagonista, el asunto pierde un poco de interés. Cuando leí por primera vez Orgullo y prejuicio, aunque os parecerá sorprendente, yo no sabía que, en secreto, Darcy admiraba y amaba apasionadamente a Elizabeth… Así que, cuando este se declara, mi sorpresa fue la misma que la que experimentó la susodicha. ¡Y fue un momento formidable! En cambio, es tan evidente que Josh está hasta los huesos de Lucy, que su secreto es, más bien, un secreto a voces. Se pierde, por tanto, el efecto sorpresa y, de alguna forma, la emoción y el encanto.

Sin embargo, posiblemente, el factor decisivo para que Cariño, cuánto te odio tenga tan buenas críticas entre las féminas sea el protagonista, Josh. ¡Cómo nos conmueve una historia amarga cuando el que la vive es un hombre! Mucho más que si le ocurriera a alguna de nosotras. Sí, el prota de Cariño, cuánto te odio, ha sufrido en el amor, y eso encanta a muchas. A mí, como soy la oveja negra de la familia, me ha dado un poco de dentera; con o sin pasado trágico, Josh forma parte de un grupo de protagonistas que, como sabéis, no suelen agradarme mucho: los que le dicen a su chica cuando o no pueden tener sexo.

¡Hay que ver lo que nos quejamos de lo machista que resultan novelas como Cincuenta sombras de Grey, pero qué poco nos fijamos en este tipo de cosas, que son igual o más! Me enerva cuando el protagonista se frena. Me enerva en todas sus variables: cuando se frena porque cree que ella no está lista, cuando se frena porque cree que es lo mejor para la relación, cuando se frena para hacerla rabiar… En definitiva, me saca de mis casillas cuando un hombre, en cualquier circunstancia, se cree en la obligación de pensar o decidir por nosotras. A ver, llamadme extremista, pero es que ya hemos tenido que tragar mucho durante muchos años con la contención, con el esperar, con el respetarse, con el hacerse valer… para que encima, ahora, sean ellos los que nos obliguen a hacerlo. ¡Perdona! Si me pica me rasco (o me rascas), pero no hagas como si no me picara, o no empieces a rascar y no lo acabes porque piensas que no me conviene rascarme del todo. ¡Leche!

En fin, dejando a un lado el discurso feminista, para ser justa, la novela gana mucho en el final: parece que los hechos se precipitan cuando el protagonista decide que no es un monje de clausura, y todo es muy romántico y cuco. Sin embargo, una novela no es solo un final, por muy bueno que este sea, ¿verdad?

Escrito por El Ojo Lector

Soy El Ojo Lector y me encanta leer. Vivo en Sevilla (Andalucía, ES), con mi novio y mi chihuahua-pantera Panchito. Soy fanática de Los Beatles, me encantan los frijoles, el sushi, los macs, el Real Betis Balompié y las películas de Rocky. Desde 2008, leo y reseño en la sombra. Recomiendo libros. No esperes críticas edulcoradas; no las encontrarás, para bien o para mejor :)