El mayor reclamo de «Maldad latente» de Sandra Brown era, sin duda, la extraña unión que proponía entre novela negra y romántica. En verdad, una mezcla difícil de encontrar y de llevar a cabo de manera exitosa. Yo, que como sabéis no soy amante de la novela policíaca, me atreví a leerla porque me llamaba la atención el asunto del secuestro. Sí, ya sé que soy un poco rarita — en realidad, después de lo que hemos leído, todas los somos — pero tenía cierto interés en todo lo relacionado con el síndrome de Estocolmo y las relaciones que comienzan en circunstancias tan fatales. Admito que aquellos años de lectura desenfrenada sobre BDSM han hecho mella en mí.